10 años de justicia por mano propia

Movimientos de defensa ciudadana en el Michoacán de la guerra contra el narcotráfico.

Hipólito Mora y José Manuel Mireles, hijos de la región de Tierra Caliente, estado de Michoacán, protagonizaron una serie de levantamientos, conocidos en México desde 2013 como «autodefensas». El primero, empresario del limón; el segundo, doctor y funcionario, encabezaron el hartazgo que empujó a miles de ciudadanos a tomar las armas para acabar con los abusos y asesinatos que cometían a diario dos grupos criminales: La Familia Michoacana, al inicio, y luego Los Caballeros Templarios.

 

Movimientos de defensa ciudadana en el Michoacán de la guerra contra el narcotráfico.

2031

Movimientos de defensa ciudadana en el Michoacán de la guerra contra el narcotráfico.

2031

Comuneros de la comunidad de Cherato, municipio de los Reyes, levantados en armas contra el crimen organizado y por mejoras en las condiciones de vida, conceden una entrevista a medios locales e internacionales.

Hipólito Mora y José Manuel Mireles, hijos de la región de Tierra Caliente, estado de Michoacán, protagonizaron una serie de levantamientos, conocidos en México desde 2013 como «autodefensas». El primero, empresario del limón; el segundo, doctor y funcionario, encabezaron el hartazgo que empujó a miles de ciudadanos a tomar las armas para acabar con los abusos y asesinatos que cometían a diario dos grupos criminales: La Familia Michoacana, al inicio, y luego Los Caballeros Templarios.

Mora y Mireles no solo sufrían extorsiones y el pago de cuotas hasta por la ampliación de sus casas: también amenazas de muerte (a ellos mismos y a sus familias) y a la vez fueron testigos de cómo cientos de civiles eran amenazados, asesinados o desaparecidos. Estos carteles, incluso, llegaron a matar a los que se consideraban narcos “de los de antes”: gente que trasegaba o comerciaba con drogas, pero que no se metía con el pueblo.

Solo el doctor Mireles llegó a denunciar públicamente que en la escuela secundaria de su hija hubo 14 adolescentes secuestradas y violadas por los Templarios, y que estos hacían lo mismo con las esposas de ganaderos locales, de campesinos y de todo aquel que les parecía indefenso.

El día del hartazgo fue el 24 de febrero de 2013. Diez años atrás, un grupo de vecinos de Tierra Caliente ya había hecho público su profundo desprecio al crimen organizado, que controlaba el trasiego de drogas sintéticas, armas y algunas economías legales, como la del aguacate y el limón. Pero ese día, aquel grupo de ganaderos y agricultores padres de familia no empuñaba pancartas o megáfonos mientras marchaban: en su lugar portaban armas de cacería, revólveres y camisetas blancas que los identificaban como un naciente grupo de autodefensas.

Tras reunirse en la plaza principal de la localidad de la Ruana, municipio de Buenavista Tomatlán, hubo intercambio de información acerca de los puntos de reunión de los Templarios. Calcularon la posición del enemigo y se abalanzaron a desarmarlo en pequeños grupos para confrontarlo: dejarle claro que, desde ese momento y hasta nuevo aviso, cientos de personas estaban ya organizadas y hartas para luchar y devolverle la calma y la prosperidad a sus familias. Una vida que, en Michoacán (y quizás en todo México), nunca ha sido la norma, sino la excepción.